Ser padres: ¿Es un reto?
Por: Mavis Suárez
Es muy habitual en consulta escuchar a los padres expresar: “A mi hijo adolescente le cuesta tirar la basura, se lo repito mil veces y al grito va”, “Se prepara un sándwich y deja la mantequilla fuera de la nevera hasta el día siguiente si lo dejas”, “A su cuarto no hay quien entre, es el cuarto típico de un adolescente”, “No tiene hábitos de estudios”, “Mantiene una actitud distante con nosotros”, “me reta continuamente y quiere salirse con la suya siempre”, “le interesan más los amigos que la familia”, “toma sus propias decisiones siguiendo sus criterios, sin tener en cuenta lo que le digo”… Podría enumerar cientos de expresiones como estas sobre los adolescentes.
Empecemos a poner un poco de orden, es lógico que el comportamiento de los adolescentes no es el mismo que conocíamos respecto a cuando eran niños. Como punto de partida vemos que la adolescencia se convierte en una etapa de transición cuyos límites no están definidos. El niño llega a este estado y no sabe cuánto tiempo dura, ni qué debe o puede hacer aún, y los padres no tienen un manual de instrucciones.
Detrás quedó ese niño que “dirigíamos”.
En mi praxis diaria me encuentro con muchos padres que, al ser preguntados por hábitos y normas sobre la educación, refieren que saben, son responsables que han tenido una educación más exigente en su juventud, y ahora, son muy permisivos y se sienten incapaces de cambiar el comportamiento de sus hijos u optan por no involucrarse porque no pueden con más… o están hartos de repetirse más que él, mojo picón canario.
Además, se sienten culpables de trabajar demasiado, de no tener suficiente dinero para complacer todos los caprichos de sus hijos, y en el momento de ejercer la autoridad con ellos deciden ser “permisivos o autoritarios”, depende como les pille.
Evidentemente, esto trae consecuencias y no son halagüeñas; cada vez nos encontramos con más niños con el “Síndrome del Emperador”, que se creen el centro del mundo. Es habitual en consulta escuchar a los padres decir: “no entiendo por qué si es un niño que no le ha faltado de nada, y le hemos criado con educación y respeto, ahora se comporta así”, hay padres que comprenden la educación fuera de los límites claros, y el respeto fuera de las normas.
La realidad es que, si nuestros hijos han crecido en una burbuja de permisividad casi absoluta, y no han tenido prácticamente ningún límite o norma por nuestra parte, aún estamos a tiempo de retroceder, nuestros hijos, en su ignorancia e irreflexión, van actuando de forma impulsiva frente a cualquier circunstancia que se les ha presentado sin frenos, porque no le hemos enseñado hacerlo.
Se convierten en tiranos y egoístas, con la creencia de tener la autoridad para manejar a todos los que le rodean a su antojo. Con ello se convierten en adolescentes conflictivos, que después de sus desmanes con familiares, amigos, y demás personas, solo los para en último término el código penal.
Antiguamente, veíamos en consulta del perfil del niño prototipo del adolescente que presenta problemas de límites y normas, marcado por la motivación de pertenecer a una familia desestructurada, o el vivir en un barrio degradado, o también rodearse de malas compañías. Sin embargo, en la actualidad los adolescentes con estas características pertenecen en mayor medida a familias acomodadas; son chicos que han tenido una formación importante, pero todos con un elemento en común: en su infancia y adolescencia no tenían límites.
Estos chicos nunca han interiorizado valores imprescindibles para su madurez personal y emocional, tales como el valor del esfuerzo, del compromiso, de la compasión, la paciencia, el ahorro. Por tanto, no tienen ni la menor idea de la importancia que tienen dichos valores, y, sin embargo, exigen de los demás todo lo que ellos se creen en el derecho de poseer y esto enlaza muy bien con la base de la educación que les proporcionan muchos padres permisivos a sus hijos “no quiero que sufre”, “quiero que tenga lo que yo no tuve”, “ya tendrá tiempo de pasarlo mal”.
Claro a esto me refiero yo cuando expreso, hay padres que comprenden la educación fuera de los límites claros, y el respeto fuera de las normas.
Te dejo algunas consecuencias negativas para tu hijo si educas en estos términos descritos por mí sin acritud.
- No tienen sin recursos para afrontar cualquier frustración en la situación presente
- Están indefensos ante situaciones futuras de mucha más envergadura
- La permisividad crea desapego.
- Falta de interés por todo, porque no aprendieron a darle valor a lo que hacen o consiguen, no conocen el valor del esfuerzo.
- No conocen normas, límites, no respetan porque desconocen la gestión de la palabra NO.
Recomendaciones para ser un mejor padre o madre
- Los hijos necesitan un camino, pero primero debes ser consciente del tuyo.
- Si los padres discuten delante del niño sobre el modo de educarle o se contradicen, es más probable que se confunda y no sepa que camino elegir.
- Los padres deben estar convencidos de lo que exigen y no cambiar de idea, eso genera inseguridad.
- Los padres a veces tienen miedo a poner límites, decir no, por miedo a que sus hijos les rechacen, porque no quieren repetir viejos patrones de autoritarismo en los que fueron criados o, simplemente, porque no saben poner normas o es más fácil decir que “sí” para evitar conflictos. Error, de los conflictos entre padres e hijos, se aprende a afrontar y gestionar los futuros fuera del ámbito familiar.
- Aprender a negociar. Hay que hacer un esfuerzo por negociar con los hijos, a pesar de que estos sean buenos “negociadores”. Ejemplo: “como cuando pide comer más papas fritas que guisantes y se le hace caso, genial, pero come las dos cosas, nunca solo una de ellas”.
- Los padres deben conocer sus propios límites. Si los padres no tienen límites, tampoco sabrán ponerlos. No se puede pedir a un niño que utilice el teléfono móvil solo en momentos de urgencia, si ve que los padres no tienen límite en su uso y lo mantienen permanentemente encendido.
- Ser coherentes. Cuando se niega algo, se tiene que explicar por qué se ha tomado esa decisión, escuchar las argumentaciones de los hijos y actuar de la misma manera que se pide a estos que actúen.
- Escuchar y mirar tu hijo Cuando lloran, patalean o gritan, es posible que los niños estén intentando decir algo a los padres. Por ello, hay que aprender a escucharlos y mirarlos a los ojos.
- Resaltar lo que se hace bien. Tu hijo debe saber lo que hace mal, pero no se le puede “machacar” con estas actuaciones, también tiene derecho a saber que hay cosas que hace bien.
- Poner límites que tengan valor y no usar el chantaje emocional. Ejemplo: “Si tu hijo está jugando con un vaso y los cubiertos en un restaurante y sientes vergüenza y quieres que lo deje, no se debe utilizar el decirle que mamá se va a poner triste si lo hace, sino que hay que decirle la verdad, que está mal jugar con un vaso y los cubiertos”, pero ojo al dato porque si en casa juega no podrás pretender que en un restaurante no lo haga.
En definitiva, recomendaciones para poner límites nos daría muchas horas de lectura y debate, lo importante es brindar un entorno seguro, con normas claras, límites negociables según crecen, y pensar siempre que el momento es ahora. Por último, me gustaría dejarte una recomendación que uso mucho en consulta, si piensas que en el colegio ya lo aprenderá es una equivocación. Si necesitas ayuda, acude a un profesional que te ayudará con este “reto sin manual de instrucciones”.
Un abrazo terapéutico.