¿Tengo depresión?
Por: Mavis Suárez
Todas las personas se sienten tristes o decaídas de vez en cuando, pero estos sentimientos suelen desaparecer en poco tiempo. La depresión, también llamada “depresión clínica” o “trastorno depresivo mayor” es diferente. La depresión puede causar síntomas graves que afectan cómo se siente, piensa y coordina actividades diarias como dormir, comer o trabajar. Es una enfermedad que puede afectar a cualquier persona, sin importar la edad, la raza, los ingresos, la cultura o el nivel educativo.
Indudablemente no podemos estar en todo momento en el punto de estado emocional idóneo, por lo que es lógico que, por causas de nuestro entorno o por un desequilibrio físico (por otra enfermedad, cambios hormonales o por un estado físico no apropiado), pasemos por períodos aislados pero el que suframos tristeza, inapetencia o falta de recursos para afrontar nuestra vida, esto si debe hacernos reflexionar y tomas decisiones.
Hay a veces una tendencia a no querer ver una depresión. El sentirnos aparentemente fuertes, como que no podemos “fallar” a nuestro entorno, hace que simulemos sin darnos cuenta una falsa fortaleza. Nos puede ocurrir que, como ocurre con la bulimia o la anorexia, no “veamos” que tenemos un problema.
La depresión se define como un sentimiento de tristeza y/o una disminución del interés o del placer en las actividades que se convierte en un trastorno cuando es lo suficientemente intensa como para interferir con el funcionamiento normal de la persona. Puede sobrevenir tras la pérdida de un ser querido u otro acontecimiento doloroso, aunque con respecto a este resulta desproporcionado y de una duración mayor a la esperada.
El término depresión se utiliza a menudo para describir un estado de ánimo triste o desalentador que es consecuencia de acontecimientos emocionalmente angustiosos, como un desastre natural, una enfermedad grave o la muerte de un ser querido. Una persona puede decir que se siente deprimida en ciertos momentos, como durante las vacaciones (depresión vacacional) o en el aniversario de la muerte de un ser querido. Sin embargo, estos sentimientos no suelen implicar un trastorno. Por lo general estos sentimientos son temporales, ya que duran días y no semanas o meses y ocurren en oleadas que tienden a estar relacionadas con pensamientos o recuerdos del acontecimiento traumático. Además, estos sentimientos no interfieren sustancialmente con el funcionamiento normal de la persona durante ningún periodo de tiempo.
La depresión es el segundo trastorno de salud mental más frecuente (la ansiedad es el más frecuente). La depresión suele iniciarse en la adolescencia o entre los 20 y los 30 años, si bien existe la posibilidad de que comience a cualquier edad, incluida la infancia.
Si no se trata, un episodio de depresión suele durar alrededor de 6 meses, pero a veces se prolonga durante 2 años o más. Los episodios tienden a repetirse varias veces a lo largo de la vida.
¿Cómo se diagnostica la depresión?
Para diagnosticar depresión a una persona, esta debe presentar cinco síntomas de la enfermedad todos los días, casi todo el día, por lo menos durante dos semanas. Uno de los síntomas debe ser un estado de ánimo depresivo o la pérdida de interés o placer en casi todas las actividades. Es posible que los niños y los adolescentes se muestren irritables en lugar de tristes.
Si sientes estos síntomas descritos anteriormente puedes preguntarte cuándo empezaron tus síntomas, cuánto duran, con qué frecuencia ocurren y si no te permiten salir o hacer sus actividades habituales. Puede ser útil tomar notas sobre sus síntomas antes de la consulta con un psicólogo o psiquiatra.
Entre los síntomas frecuentes de la depresión se incluyen los siguientes:
- Sentimientos persistentes de tristeza, ansiedad o “vacío”;
- Sentimientos de desesperanza o pesimismo;
- Sentimientos de irritabilidad, frustración o intranquilidad;
- Sentimientos de culpabilidad, inutilidad o impotencia;
- Pérdida de interés o placer en las actividades y los pasatiempos;
- Fatiga, disminución de energía o sensación de que está más lento;
- Dificultad para concentrarse, recordar o tomar decisiones;
- Dificultad para dormir, despertarse temprano en la mañana o dormir demasiado;
- Cambios en el apetito o en el peso sin haberlos planificado; dolores y molestias, dolor de cabeza, calambres o problemas digestivos sin una causa física aparente, o que no se alivian ni con tratamiento;
- Intentos de suicidio o pensamientos sobre la muerte o el suicidio.
Recuerda: buscar ayuda a tiempo puede evitarte perder calidad de vida y bienestar a medio plazo. ¡Gracias por leerme, te envío un abrazo terapéutico!