¿Cómo Pedir Disculpas de
Forma Asertiva?

Por: Mavis Suárez

Hoy vamos a hablar sobre comunicación, concretamente sobre cómo pedir disculpas, un gesto cotidiano al que tenemos que recurrir a menudo, pues lo normal en nuestra vida es que cometamos errores en nuestras relaciones con los demás. Sin embargo, a veces no nos disculpamos de la mejor manera y podemos incluso terminar empeorando la situación. 

No sé tú, pero yo me equivoco muchas veces. En ocasiones, mis errores repercuten en otras personas, y entonces se hace necesario pedir disculpas. En esta entrada del blog veremos aspectos importantes a tener en cuenta cuando pedimos disculpas. 

¿Qué supone pedir disculpas de forma asertiva?

Pedir disculpas de una manera asertiva es un acto de gran importancia en el desarrollo emocional y relacional, ya que implica responsabilidad, empatía y respeto tanto por uno mismo como por la otra persona.

A continuación, te explicaré algunos de los puntos clave de lo que significa disculparse de manera asertiva y sus implicaciones en nuestras relaciones interpersonales:

1. Reconocer el error y el daño causado: “lo siento”:

La base del lenguaje de disculpa suele ser expresar arrepentimiento (acción o efecto de sentir pesar por haber hecho o haber dejado de hacer algo) a través de expresiones como “lo siento”, “lo lamento”, etc. Manifiestas a la otra persona tu sentimiento de dolor, disgusto, culpa, vergüenza… por la conducta respecto a la que deseas disculparte, y de esa forma igualmente estás reconociendo el malestar que puedas haberle causado. 

Cuando te arrepientes te enfocas en lo que hiciste (o no) y en cómo eso afectó a la otra persona. Decir que lo sientes proporciona al otro una evidencia de que comprendes que lo has herido. 

Hay quienes, cuando se dan cuenta de que han hecho algo mal, directamente se encargan de corregir el problema, pero sin expresar ninguna palabra de arrepentimiento. Por ejemplo, un amigo te dice que el lunes te devolverá el libro que le prestaste y no aparece; a los pocos días te da el libro y no se disculpa, sino que da por zanjado el asunto con la entrega del objeto prestado. En realidad, solucionar los problemas está bien, pero la comunicación entre las personas es algo que va más allá. Si adquieres un compromiso con alguien y no lo cumples en su momento, también es un tema que merece ser abordado. 

2.  Aceptar la responsabilidad: “me equivoqué”

Cuando nos disculpamos es necesario admitir la responsabilidad por nuestras propias acciones. Se trata de reconocer el error como nuestro. 

Hay personas reticentes a aceptar que se han equivocado. Esto puede deberse a creencias erróneas arraigadas desde la infancia y que tienen mucho que ver con la crianza recibida, como por ejemplo pensar que equivocarse es signo debilidad o que admitir haber hecho algo incorrecto es indicativo de maldad. También la inmadurez puede hacer que una persona no acepte su responsabilidad tras cometer algún error (¿te has fijado en los niños pequeños que, cuando se les pilla durante una trastada, intentan echar balones fuera y hacer a otros responsables de lo que han hecho ellos mismos?). 

A menudo las personas con problemas para aceptar sus responsabilidades buscan excusas que justifiquen sus acciones e intentan echar la culpa a factores externos, ya sean otras personas, elementos del contexto (el tiempo, el tráfico…) o incluso la casualidad, el destino, etc. Aunque asuman que deben pedir disculpas por algo, sus intentos pueden resultar fallidos porque los acompañan con explicaciones, excusas, autojustificaciones y “peros”. Por ejemplo, decir “siento no haber llegado a tiempo a nuestra cita, pero no deberías haber elegido un restaurante tan alejado de casa” es distinto a decir “siento haber llegado tarde, no conté con que pudiera tardar tanto para llegar hasta aquí”. 

Si tenemos la voluntad real de disculparnos con alguien es mejor escoger fórmulas que no echen balones fuera y mucho menos que responsabilicen a la otra parte. Cuando se intenta posar la responsabilidad sobre la otra persona se pasa de una disculpa a un ataque, y esto jamás conduce al perdón ni a la reconciliación. 

3. Restituir: “¿cómo puedo compensarte?”

Cuando alguien comete un error con consecuencias negativas para otra persona, la petición de disculpas puede ir acompañada de un intento de restitución o reparación del daño causado. Si vas pasando por un lugar estrecho y te chocas levemente con alguien, puedes pedir disculpas cortésmente y ahí acaba la cosa. Pero, si dando marcha atrás le das con el coche a la puerta de tu vecino y la abollas, en este caso sí que puedes acompañar tu disculpa con hacerte cargo del arreglo de los desperfectos. 

La restitución no se refiere sólo a daños materiales sino también de tipo relacional. Imagina que durante un momento de desacuerdo gritas e insultas a un amigo y a la hora de disculparte le dices “lo siento, no es correcto que te tratase así, ¿qué puedo hacer para mostrarte lo mucho que te aprecio?”. En general, las personas suelen agradecer mucho estas muestras de interés por compensarles de alguna forma el daño que se les ha hecho, ayudan a sentirse valorado/a. 

Cuando hablamos de intentar compensar a alguien a quien dañamos no estamos hablando de grandes esfuerzos. Podemos usar palabras de afirmación que muestren al otro nuestro afecto y lo que le apreciamos. También podemos tener algún gesto con esa persona, por ejemplo servirle el desayuno. Dedicarle tiempo de calidad prestándole toda nuestra atención puede ser una gran muestra de afecto. 

4. Motivación de cambio: “procuraré que no vuelva a ocurrir”

No neguemos la evidencia: a veces pedir disculpas se convierte en un automatismo vacío que no engaña a nadie. Cuando un mismo error comienza a repetirse, la otra persona no espera que simplemente te disculpes “hasta la próxima”, sino que te esfuerces por cambiar tu conducta para no volver a tener que disculparte una y otra vez por lo mismo. 

Para muchas personas, la intención de cambio manifestada en una petición de disculpas supone la mayor muestra de que se trata de un acto sincero. Supone que quien se disculpa está dispuesto/a a cambiar y hacerlo diferente la próxima vez, que tiene la disposición para encontrar la forma de no volver a repetir el mismo patrón dañino.

La decisión de cambiar indica que asumimos la responsabilidad de nuestros actos, no los minimizamos ni necesitamos poner excusas. Y transmitir esa decisión de cambiar a la persona con la que nos estamos disculpando puede ser de gran ayuda para solucionar el problema. 

5.  Petición de perdón

A veces la situación tiene tal importancia que las disculpas llevan aparejada también una petición de perdón. Pedir perdón indica que quieres que la relación con la otra persona se repare. Muestra que te das cuenta y reconoces que has hecho algo mal que llevó a algún tipo de quiebre en la relación, y a su vez pones el futuro de la misma en manos de la otra persona (le das el poder de decidir perdonarte o no; queda bajo su control el arreglar la relación o no). 

A muchas personas les ayuda que les pidan perdón explícitamente cuando se sienten agraviadas. Sin embargo, no a todo el mundo le resulta fácil pedir perdón. Por ejemplo, pueden tener dificultades a la hora de pedir perdón las personas muy controladoras o dominantes. También aquellas con miedo al rechazo o al fracaso pueden experimentar problemas para pedir perdón de forma clara y directa, y recurren a auto justificaciones y a autodefensas que pueden terminar resultandos contraproducentes (“si te herí fue porque me malinterpretaste, yo en realidad lo que quería decir era que…”). 

Recomendaciones a la hora de pedir disculpas:

Es mejor ser específicos. Si somos específicos acerca de lo que lamentamos estaremos comunicando a la persona agraviada nuestro entendimiento sobre lo ocurrido y sus consecuencias. No es lo mismo una disculpa vaga del tipo “lo siento” que una en la que se concretan las acciones que pudieron hacer daño (“siento haberte gritado mientras conducías y haberte puesto nerviosa”). Así puede evitarse que surjan malentendidos y empeore la situación. 

No a la manipulación. El ser humano tiene la capacidad de imaginar, intuir, saber, anticipar… qué necesitan las personas con las que se relaciona. Y esto a veces nos lleva a comportamientos inauténticos que nada tienen que ver con la honestidad a la hora de pedir una disculpa, sino más bien con la manipulación de otras personas para obtener nosotros un beneficio.

Muchas disculpas se fraguan en ese terreno espurio. Se piden disculpas para contentar o calmar a la otra parte, para conseguir algo de ella, para intentar continuar con las mismas dinámicas sin la intención de cambiar nada… Este tipo de disculpas no sirven ni para enmendar lo sucedido ni para intentar reparar la relación. Estar atentos a esto nos puede servir para desenmascarar dinámicas relacionales nocivas. Ojo: en muchas situaciones de abuso y maltrato las peticiones inauténticas de perdón forman parte del mecanismo que las perpetúa. 

Lenguaje acorde. A veces las palabras se contradicen con el lenguaje corporal. Por ejemplo, alguien puede pedirnos disculpas verbalmente, pero sus gestos corporales pueden estar expresando enfado o ira. Estar atentos al lenguaje corporal nos puede dar pistas sobre la honestidad de las disculpas. A veces incluso nuestras palabras se contradicen unas con otras (por ejemplo, alguien que dice “te pido perdón, ¿qué más quieres?” está mostrando poca disposición al entendimiento con la otra persona). 

No busques reciprocidad. Hay personas que, cuando se disculpan, esperan que la otra parte haga lo mismo. Esto puede suponer una dificultad para asumir responsabilidades: esperan que la otra persona reconozca que tuvo también algo que ver en el problema, que provocó de alguna forma la conducta errónea… La necesidad de reciprocidad a veces les lleva incluso a sacar cuestiones del pasado no resueltas (“pues el año pasado tú olvidaste mi cumpleaños y no se armó tanto revuelo”). Estas actitudes desvirtúan bastante la petición de disculpas. 

No te fustigues. Si toca pedir disculpas, hazlo con honestidad, empatía y responsabilidad. Pero no es necesario que te autocastigues, ya sea mentalmente (dando vueltas una y otra vez a los pensamientos de culpa) o ante la persona agraviada, disculpándote reiteradamente y emitiendo frases negativas sobre ti (del tipo “soy un desastre, siempre lo estropeo todo”). 

Fomenta las buenas relaciones. A veces hacemos algo que hiere a otra persona de forma involuntaria. Aunque esté claro que lo hicimos sin intención, el hecho de pedir disculpas por ello significa que nos identificamos con las molestias producidas y sirve para promover una relación sana (“no tenía intención de molestarte, siento que mi conducta te haya ofendido”). 

Ten paciencia. Pedir disculpas no borra de un plumazo lo ocurrido. Los actos tienen consecuencias y la otra persona puede necesitar un tiempo para procesar sus emociones y necesidades; presionarla puede empeorar las cosas. 

Por último, quiero decirte que las habilidades de comunicación se pueden entrenar. Si notas que tienes dificultades, no dudes en contactar con un profesional.

¡Gracias por leerme, te envío un abrazo terapéutico

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