Miedo al cambio
Por: Mavis Suárez
El miedo al cambio es una experiencia habitual en el ser humano y lo vemos mucho en las consultas de psicología. Aquellos cambios que más nos generan miedo son los que van aparejados a una percepción de riesgo y nos hacen sentirnos inseguros. Este miedo se generará sobre todo en situaciones que nos resulten inciertas, desconocidas o nos sean más difíciles de prever y controlar.
El miedo al cambio puede manifestarse en diferentes grados, yendo desde un malestar leve a un problema limitante que repercute mucho en la calidad de vida de la persona. Como toda emoción de miedo, esta tiene una función protectora: los cambios significativos pueden suponer una ruptura de nuestra estabilidad y seguridad, y por tanto sentir algo de temor al afrontar algunos cambios en nuestra vida deberíamos considerarlo como algo normal. Sin embargo, convertirnos en seres con miedo intenso y generalizado al cambio puede terminar privándonos de oportunidades y alejándonos de lograr una vida satisfactoria a muchos niveles (personal, profesional, etc.), y en ese caso se haría necesario afrontar el problema.
El miedo al cambio está relacionado con diversos aspectos:
- La incertidumbre. No saber qué va a ocurrir con nosotros en un futuro es un potente generador de miedo frente a los cambios, sobre todo ante situaciones que nos resultan desconocidas y nos generan inseguridad.
- Capacidad de control. Es más fácil que sintamos miedo si percibimos que no tenemos capacidad de controlar o dominar lo que nos está sucediendo. Hay aspectos relacionados con la capacidad de control como el hecho de poder elegir o no si asumimos el cambio (obligatoriedad versus voluntariedad), o la posibilidad o no de revertir tal cambio y volver al estado anterior (reversibilidad versus irreversibilidad).
- Anticipación de posibles consecuencias negativas que se generen de ese cambio, que nos lleva a sentir ansiedad.
- Conformidad y bienestar. Si una persona se encuentra bien y conforme con su vida presente puede sentir miedo al enfrentarse a un cambio que pueda alterar la situación y generar complicaciones. A menudo el miedo al cambio genera una resistencia a salir de nuestra “zona de confort”.
- Autoconfianza. Si no confiamos en nuestra capacidad para afrontar nuevos desafíos es más probable que nos veamos invadidos por el miedo.
- Temor al fracaso o a equivocarnos. Los cambios significativos nos pueden provocar sensación de riesgo y de pérdida de la estabilidad de nuestra vida. Dudar sobre si podremos afrontarlos con éxito nos puede llevar al miedo.
¿Qué nos produce el miedo al cambio?
Este miedo puede derivar en múltiples manifestaciones, como por ejemplo ansiedad, desánimo, pensamientos intrusivos, percepción de desesperanza, sensación de vulnerabilidad, bloqueo emocional, evitación.
Cómo afrontar situaciones que nos producen miedo al cambio:
- Aceptar el miedo al cambio. A muchos de nosotros, encontrarnos dentro de lo que se ha denominado “zona de confort”, que tiene que ver con lograr una estabilidad y sensación de seguridad, nos ha costado esfuerzo y nos resulta positivo. La famosa insistencia actual en solicitar a las personas que salgamos de nuestra zona de confort no tiene sentido siempre. Solo cuando nuestra zona de confort está limitándonos y haciéndonos perder oportunidades es hora de plantearnos abandonarla en lo relativo a algunos aspectos. El miedo es una emoción protectora, y tiene su razón de ser. Tener miedo a los cambios no es ni infrecuente ni descabellado; en muchas ocasiones nos protegerá de ser demasiado osados, actuar de forma inconsciente o en plan kamikaze.
- Analiza la situación y aquello que es lo que te produce verdaderamente miedo. Una vez aceptado que no pasa nada por tener miedo ante el cambio, es interesante saber diferenciar qué nos está generando temor: ¿el cambio en sí al que nos enfrentamos?, ¿el no saber qué pasará en el futuro?, ¿no saber si seremos capaces de conseguirlo con éxito?, ¿el no poder controlar la situación?, ¿el temor a equivocarnos? Dilucidando qué es lo que nos está llevando a sentir miedo tendremos más oportunidades de trabajar en ello. Si lo que nos da miedo es encarar un determinado cambio en sí mismo, tal vez sea una señal para considerar si estamos tomando una buena decisión (por ejemplo, cambiar de trabajo, de carrera, de ciudad); o, si se trata de un cambio inevitable, nos puede llevar a adquirir estrategias adecuadas para el afrontamiento del mismo. Si lo que nos da miedo son otros aspectos como el miedo al fracaso, la intolerancia a la incertidumbre o a lo desconocido, la dificultad de control… son temas que nos afectarán en general, no de forma puntual ante un cambio determinado, y tiene mucho sentido trabajar sobre ello para que estos problemas no nos limiten ni nos hagan perder oportunidades en la vida.
- Identifica pensamientos y creencias que están detrás de tu resistencia al cambio. A menudo el miedo al cambio se relaciona con creencias centradas en la pérdida, el riesgo y la anticipación de los mismos (riesgo de fracaso, de descontrol, pérdida de estabilidad, de seguridad, etc.). Este tipo de creencias se pueden trabajar en terapia.
- Plantéate los posibles beneficios u oportunidades que pueden surgir del cambio. Ante cualquier cambio podemos centrarnos en la incertidumbre que nos provoca, anticipar mentalmente todo lo que puede salir mal, o intentar encontrar algún aspecto positivo que pueda derivarse de él. A veces se hace difícil plantearse cambios significativos como auténticos retos, sobre todo cuando estos cambios nos destartalan la vida. Tener una actitud abierta ante los cambios ciertamente no va a modificar de por sí la realidad futura, pero sí puede ayudarnos a transitar por las situaciones cambiantes de nuestra vida con menor dosis de sufrimiento. Estar abiertos a los cambios nos podrá permitir considerar las ventajas y oportunidades que pueden aparejar estos en nuestra vida, no solo los posibles obstáculos a los que nos enfrentaremos.
- Piensa en tus habilidades, tus capacidades y recursos. Cuando nos planteamos cambios o estos nos llegan de improviso, es necesario tener en cuenta si disponemos o no de las habilidades, capacidades y recursos para afrontarlos. Analizar esto nos puede servir para decidir más conscientemente y “equiparnos” mejor ante las circunstancias. Buscar el apoyo de las personas que nos rodean puede resultarnos también muy útil.
- Acercamiento progresivo. En ocasiones podremos decidir un acercamiento gradual a los cambios, en lugar de afrontarlos de forma abrupta y total desde el inicio. La posibilidad de ir poco a poco, cuando sea posible, nos ayudará a ir adaptándonos a ellos.
- Aceptación. No todos los cambios son evitables, negociables, están sujetos a nuestra elección o provocan situaciones solucionables. A veces simplemente las cosas ocurren, nos gusten o no, nos vengan bien o no, y aceptarlas como vienen se hace necesario.
El miedo al cambio en psicoterapia:
Aquí quiero dejar un comentario crítico que me parece importante porque mi blog es el de una psicoterapeuta y me dirijo a personas que están pasando o puedan estar considerando pasar por un proceso psicoterapéutico:
Mucho se ha hablado sobre el miedo al cambio en la propia psicoterapia, sobre la resistencia que muestran las personas a cambiar durante un proceso de este tipo. Si algo tenemos claro es que, quienes acuden a psicoterapia, lo hacen prácticamente siempre con la intención de cambiar algo en sus vidas. Si me estás leyendo quiero pedirte que nunca permitas que se te responsabilice en psicoterapia de no querer cambiar o de resistirte al cambio personal; no te conformes con esas explicaciones o justificaciones sencillas y muchas veces incluso culpabilizadoras que mejor sería evitar. No te dejes etiquetar como “paciente resistente” por nadie que necesite justificar el mal desarrollo de un proceso terapéutico. Esto no funciona así, aunque lamentablemente ocurra. Ahora sí, resístete a que la pelota sobre un mal desarrollo de un proceso terapéutico quede en tu tejado, resístete a que alguien –por muy profesional que sea– te intente convencer de que no lo intentas o de que fracasas porque no te dejas ayudar o no dejas de poner impedimentos en la terapia.
Las personas acuden a terapia a menudo porque quieren solucionar algún problema; no deberían salir de ahí con problemas sobreañadidos, con la sensación de ser autosaboteadoras de su propia vida y no tener solución. Tu supuesto miedo o resistencia al cambio no puede ser un comodín que se use al cabo de muchas sesiones para justificar que no se haya logrado nada. Lamentablemente hay algunos terapeutas que, cuando no obtienen los resultados esperados o no han llegado a comprender el mundo interior de la persona a la que atienden, se amparan en la supuesta resistencia al cambio, defensas, etc.; terapeutas que son incapaces de asumir que pueden haberse equivocado en la construcción de su enfoque. Te lo pido: no aceptes tu supuesta resistencia al cambio como explicación de resultados negativos en terapia. De haber existido dicha resistencia, debió haber sido expuesta previamente, analizada, gestionada, canalizada de alguna forma; no la aceptes a modo de comodín para explicar tu “game over” en la terapia.
¡Gracias por leerme, te envío un abrazo terapéutico!