Soy flexible o rígido psicológicamente
Por: Mavis Suárez
Hoy les presento el término “Flexibilidad psicológica” conocido quizás por muchos, este término yo lo veo como la vacuna para inmunizarnos al sufrimiento de los síntomas de la ansiedad, excluye las personas que sufren un TAG. Comencemos…
La flexibilidad psicológica nos permite acercarnos al malestar y a la inquietud con apertura, curiosidad y amabilidad. Se trata de observar, sin juzgar y con compasión, las facetas de nosotros mismos y de nuestra vida que nos duelen, porque las cosas que nos pueden causar el mayor dolor son, con frecuencia, las cosas que más nos importan.
Con frecuencia, tenemos el impulso o bien de intentar negar el dolor, ya sea reprimiendo o automedicandose, o bien de quedarnos atrapados en él, rumiando y preocupándonos, lo que le permite tomar las riendas de nuestra vida, y si los síntomas de la ansiedad duelen y se sufren.
Creo que la flexibilidad psicológica pone a nuestro alcance la liberación del ser humano; es el contrapeso que necesitamos para poder afrontar los retos cada vez más grandes que nos plantea el mundo moderno, y nos ayuda a llevar la ansiedad como aliada.
Teniendo en cuenta que la flexibilidad cognitiva llegados hasta aquí, es básicamente la “capacidad o habilidad” cognitiva que nos ayuda a tolerar y manejar con mayor facilidad los cambios que pueden suceder sin alterarse emocionalmente. Mientras más flexibles seamos, más adaptados estaremos, y más resistentes seremos para tolerar el sufrimiento que nos genera, por ejemplo, ciertas conductas que hacemos.
Ejemplo:
Tengo sobrepeso, estoy con dieta pautada por mi nutricionista y me he zampado una tarrina de helado, porque me lo merezco, he tenido un día de trabajo muy duro; me siento presionada por la fecha límite de entrega que no cumpliré, me siento mal por ello y pienso: “siempre la termino chafando, no debí tomarme ese helado”, “me siento muy mal”, “no conseguiré nunca mis objetivos”, “mi trabajo es horrible porque siempre es lo mismo y vivo estresado por él”. He discutido con mi pareja porque dejó la cama sin hacer y se olvidó de comprar el arroz para la cena, yo he dejado de hacer lo que tenía pensado para hacer lo que le “tocaba” a él. Me pongo una copa de Martini porque necesito relajarme.
Por separado, se trata de situaciones relativamente inocuas. Sin embargo, los mismos mecanismos psicológicos que motivan esas conductas pueden llevarnos a lugares muy oscuros si no aprendemos a controlarlos. Para demasiados de nosotros, los atracones ocasionales se convierten en algo habitual. Esa copa de más en la fiesta se transforma en abuso de sustancias. La postergación de tareas se acaba convirtiendo en la renuncia a anhelos vitales. Provocar discusiones con las personas a las que amamos se convierte en el mecanismo con el que evitamos la intimidad que tan desesperadamente anhelamos.
¿Por qué generamos una rigidez psicológica?
La respuesta más sencilla es que nuestra mente se interpone en el camino. Adoptamos pautas de rigidez psicológica con las que intentamos combatir o huir de las dificultades mentales a las que nos enfrentamos y nos perdemos en la rumiación, la preocupación, la distracción, la auto estimulación, el trabajo sin fin u otras formas de desconexión mental, en un intento de evitar el dolor que sentimos.
La rigidez psicológica es, en el fondo, un intento de evitar las emociones y los pensamientos negativos que son consecuencia de experiencias vitales difíciles, tanto cuando ocurren como cuando las recordamos.
Como la situación antes descrita, seguimos en ella. Imaginemos que al final entregamos el trabajo pendiente y nuestro jefe nos refiere que no es del todo correcto. Es posible que nos asalte un pensamiento amenazante: “Soy una fracasada”. Antes de que nos demos cuenta, arrinconamos ese pensamiento y decidimos consolarnos saliendo a tomar unas copas de nuevo con unos amigos o vuelvo a zamparme el helado. Y no es que eso sea una mala idea en sí mismo, pero si el ciclo se repite y empezamos a evitar preparar el próximo trabajo que debemos entregar con tiempo, estaremos allanando el camino a la patología mediante la represión de las emociones negativas y la adopción de formas de consuelo perjudiciales.
Nuestra mente es una experta en traer el pasado y el futuro a nuestro presente una y otra vez y saber cómo funciona nuestra mente, es importante para poder darse cuenta de las estrategias y autoengaños que, con frecuencia, trama nuestro cerebro para tolerar mejor la incertidumbre. Gracias a estos y al uso del lenguaje, el ser humano ha podido evolucionar como ninguna otra especie y de ahí, la ciencia y el progreso, pero en paralelo, también es responsable de nuestra tendencia al sufrimiento innecesario.
Ahora imaginemos que decidimos recordarnos que somos inteligentes y capaces. A primera vista, esta opción parece muy lógica. Centrarnos en pensamientos positivos no puede ser malo, ¿a que no? Pues, por lógico que parezca, debemos saber que quizá no sea lo más recomendable. Otro error que solemos cometer es invocar pensamientos positivos con el propósito explícito de evitar o de contradecir pensamientos negativos… Se trata de otra forma de rigidez psicológica y los pensamientos negativos nos recordarán, precisamente, los pensamientos que deseamos evitar.
¿Cómo empezar a ser más flexible conmigo mismo?
El meollo de la cuestión es que, si el propósito que tenemos al usar cualquier estrategia de afrontamiento siempre será evitar sentir una emoción dolorosa o un pensamiento difícil, o alejarnos de una sensación dolorosa, el resultado a largo plazo casi siempre será negativo y esto a su vez aumentará los síntomas de la ansiedad y hará que estos se intensifiquen. Por tanto, llegados hasta aquí vamos a identificar si somos rígidos psicológicamente como predictores de ansiedad, depresión, abuso de sustancias, estrés postraumático, trastornos de la alimentación y casi todo el resto de los problemas psicológicos y conductuales. O empezaremos a ser flexibles.
De todos modos, quiero añadir que la rigidez mental no nos expone únicamente a una mayor incidencia de trastornos psicológicos y de problemas de conducta. Hay dos cosas más que la convierten en verdaderamente monstruosa. En primer lugar, aunque emprendamos el camino de la rigidez mental para evitar el dolor, muy pronto nos encontramos con que también debemos evitar la alegría.
Los estudios han demostrado que las personas ansiosas, rígidas y evitativas empiezan siendo intolerantes a la ansiedad, pero acaban mostrándose también intolerantes a la alegría. Si somos felices hoy, mañana nos daremos un batacazo. Es mucho mejor anestesiarse. Suelen ser las típicas personas que llegan a dejar de creerse que algo bueno les puede estar pasando si algo malo no viene detrás.
En segundo lugar, la rigidez emocional hace que nos resulte mucho más difícil aprender de nuestras emociones. Si somos evitadores emocionales crónicos, podemos acabar desarrollando alexitimia, o la incapacidad de identificar nuestras propias emociones. Esto forma parte del coste más oculto y más terrible de la rigidez psicológica: cuando nos rechazamos, huimos o nos escondemos de nosotros mismos, acabamos distanciandonos de nuestra historia, de nuestra motivación y de nuestras emociones.
Ejemplo de ello lo veo mucho en consulta paciente que refiere.” En mi casa no se hablaba de emociones”. Es que si no entendemos del todo lo que sentimos porque en nuestra familia no se hablaba de emociones, podemos mejorar nuestra comprensión emocional aprendiendo acerca de las emociones de forma deliberada; y los resultados no son malos. Por el contrario, si no sabemos lo que sentimos porque evitamos nuestras propias emociones, los resultados son terribles y abarcan múltiples áreas.
Un ejemplo claro de esto lo podemos ver en las personas las víctimas de malos tratos tienen más probabilidades de volver a sufrir maltrato, pero no se trata de un efecto directo; las personas que reaccionan inicial distanciados de sus emociones tienen más probabilidades de volver a sufrir maltratos, sin embargo, si se acercan a ellas y las pueden reflexionar y no evitar podrán empezar a decidir, aunque sabemos que con mucha ayuda psicológica a salir de este bucle (esto es otro artículo). Cuando la insensibilidad emocional se consolida, a las víctimas maltrato les cuesta mucho discernir quién es una persona segura y quién no, y las últimas personas que deberían sufrir maltrato son, precisamente, las que lo sufren una y otra vez.
Es injusto y cruel, pero previsible. Y si esto no es adaptativo.
¿Por qué somos tan dados a la rigidez emocional?
Aunque una parte más sabia de nuestra mente sepa lo que nos conviene, la parte dominante, orientada a la resolución de problemas, no lo sabe.
Yo le llamo señora del tejado, dictadora, es esta parte de nuestra mente, porque sugiere sin cesar soluciones, sin pedirlas a nuestro dolor psicológico, a pesar de que, si escucháramos con atención, oiremos a nuestra experiencia personal susurrar que se trata de soluciones perniciosas. Tal como sucede con muchos dictadores políticos, la voz interior de nuestra mente puede causar un daño terrible. Puede llevarnos a creer una historia perjudicial acerca de nuestro dolor y de cómo debemos gestionarlo.
Es que la señora del tejado nos entrega sus consejos con historias acerca de nuestra infancia, de nuestras capacidades y de quiénes somos, o acerca de lo injustos que son el mundo y el resto de la humanidad. Nos seduce y consigue que actuemos en función de esas historias, aunque, en el fondo, hay una parte de nosotros mismos que sabe que no deberíamos hacerlo. Nos engañamos a nosotros mismos, y no tenemos fuerza mental para parar, reflexionar y flexibilizarse psicológicamente, para acercarnos al malestar y a la inquietud con apertura, curiosidad y amabilidad.
Se trata de observar, sin juzgar y con compasión, las facetas de nosotros mismos y de nuestra vida que nos duelen, porque las cosas que nos pueden causar el mayor dolor son, con frecuencia, las cosas que más nos importan, y busquemos soluciones pensadas no sufridas.
Si este artículo te ha servido para identificarse con la rigidez mental, te recomiendo que acudas a terapia para ayudarte, no olvides que las emociones difíciles nos tientan a que intentamos protegernos de tener que volver a experimentar ese sufrimiento, así que intentamos detener esas emociones. Sin embargo, si queremos deshacernos de algo deliberadamente, tenemos que prestarle mucha atención. Si nos estamos esforzando en lograr que algo desaparezca, tendremos que comprobar si realmente se ha desvanecido. Cuando hacemos eso con los acontecimientos internos que han forjado nuestra historia, como los recuerdos, nos volvemos a recordar una y otra vez los acontecimientos asociados a esos recuerdos. Cuando lo hacemos con ecos del pasado, les damos más importancia y magnificamos la historia que tenemos con ellos, esto nos genera emociones, displacenteras, ansiedad y luego juicios sobre nosotros mismos y un profesional de la salud mental sin medicarte puede ayudarte.
Acabamos esta especie de bucle diabólico.
Te dejo un “parche terapéutico” o ejercicios para empezar a trabajar en tu flexibilidad mental:
- Observar los pensamientos desde una distancia que nos permita elegir qué hacer a continuación, independientemente del parloteo de nuestra mente.
- Ser conscientes de la historia personal que hemos construido y tomar perspectiva acerca de quiénes somos.
- Darnos permiso para sentir incluso cuando se trata de emociones dolorosas o que nos hacen sentir vulnerables.
- Dirigir la atención con intencionalidad, no por costumbre, y fijarnos en lo que está presente aquí y ahora, en nuestro interior y alrededor de nosotros.
- Elegir las cualidades para ser y hacer hacia las que queremos evolucionar.
- Adquirir hábitos congruentes con los valores que hemos elegido.
Te dejo estas preguntas que te ayudarán a identificar si es momento de acudir al psicólogo “¿Por qué nunca me siento tranquilo?” “¿Por qué no suelo comprometerme con lo que me propongo?”, “Si yo sé bien la teoría, pero luego no lo hago…”.
Intentar combatir la ansiedad puede llevarnos a desarrollar ansiedad acerca de la ansiedad. Del mismo modo, cuando nos sumimos en la rumiación, nos convencemos a nosotros mismos de que estamos intentando resolver nuestros problemas, pero acabamos tan centrados en ellos que cada vez ejercen un mayor control sobre nuestra vida. En el intento desesperado, pero condenado al fracaso, de encontrar la paz mental, eliminando y sustrayendo las experiencias negativas, transformamos nuestro mundo interior en un campo de batalla. Aprende a desarrollar la flexibilidad mental.
Un abrazo terapéutico.